¿USO O ABUSO?
Cuando oímos estos dos términos en seguida lo relacionamos con el ámbito del alcohol o determinadas sustancias ilegales, pero hay muchas cosas que se pueden usar o de las que se puede abusar.
Nos referimos a las actividades y a los objetos o recursos que nos rodean. Vamos a pensar en algunos ejemplos: se puede usar el deporte para llevar una vida saludable o se puede abusar de él y hablaríamos de vigorexia. Se puede pasar tiempo con una persona o se puede generar una relación de dependencia. Podemos comprar lo necesario o podemos caer en el consumismo. Todas las actividades de nuestra vida pueden ser perjudiciales para nosotros en un sentido u otro, todo depende del uso que de ellas hagamos.
El abuso es un mal uso, un aprovechamiento excesivo o indebido de algo (o de alguien), en perjuicio propio o ajeno.
Los padres y madres podemos y debemos estar atentos al uso que nuestros hijos/as hacen de los recursos de su entorno. Y para ello podemos seguir las siguientes pautas:
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Estar atentos al tiempo que nuestro hijo/a dedica a una u otra actividad. Al emplear el tiempo como detector de abuso, pasamos a objetivizar nuestras impresiones. De esta forma podremos afirmar: “pasa 4 de sus 5 horas libres, jugando al ordenador” y no diremos sin más: “creo que pasa demasiado tiempo con el ordenador”. Es una dato valioso para enfrentar al niño/a a la situación y para contrastarlo y consultarlo con otros padres/madres o profesionales, si es el caso.
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Es importante en la infancia y adolescencia poner a disposición de nuestro hijo/a pautas adecuadas para un buen uso del tiempo libre. Si queremos conseguir que lea en lugar de ver la tele, tenemos que fomentar en casa un ambiente propicio para ello, lo que puede suponer: apagar la tele y ser nosotros los que leamos primero (ya sabemos la importancia de proporcionar un modelo de comportamiento adecuado y coherente con el mensaje verbal que emitimos), poner al alcance del niño/a libros de diferentes tipos, visitar la sección infantil y juvenil de las librerías…
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Debemos fomentar que nuestro hijo/a esté en contacto con varias actividades, así podrá ir descubriendo aficiones y actividades estimulantes para él o ella, lograremos que diversifique sus actividades y que reparta su tiempo libre de forma equilibrada y variada (deporte, música, pintura…).
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Poner límites al tiempo de determinadas actividades puede ser recomendable para enseñarles a organizar su tiempo y a priorizar.
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En ocasiones, tendremos que fijar unas cantidades de consumo razonables. Puede ser necesario limitar a dos los refrescos que un niño/a consume a la semana, o quizá el tamaño del bocadillo o la ración de comida. La moderación se puede enseñar y aprender desde la infancia.
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Es importante incidir en la capacidad de control del niño/a, trasmitirle que él o ella puede. En la infancia no nos planteamos el tiempo que invertimos en una u otra actividad o las cantidades que consumimos en términos de “tengo /necesito”, se trata sólo de una cuestión de apetito o apetencia; sin embargo, como adultos sí nos oímos a veces decirnos a nosotros mismos o a los demás “necesito un cigarro, una copa, no puedo…”. Para criar un adulto capaz de decidir en cada momento lo que es más conveniente para sí mismo y sobreponerse a una sensación de dependencia, es importante repetir siempre que podamos “decides”, “puedes”, “controlas”, “sabes lo que te conviene y sabes hacerlo bien”…