“UNO MÁS EN LA FAMILIA”
Los celos son una emoción natural ante la llegada de un nuevo miembro a la familia. La llegada de un bebé es un momento de cambio y confusión para los pequeños/as que pierden parte del protagonismo que tenían y ven peligrar el amor y los privilegios de los que habían disfrutado hasta el momento.
Igual que aparecen, suelen desaparecer conforme nuestros hijos e hijas comprueban que siguen teniendo su sitio y que son insustituibles para nosotros. Los celos comienzan a ser problemáticos cuando se cronifican y prolongan en el tiempo, cuando el niño/a no encuentra la manera de superarlos o cuando afectan de forma significativa al ambiente y a la convivencia familiar.
La personalidad del niño/a es un factor muy importante en la aparición y la eliminación de este sentimiento, pero también influye el comportamiento de los padres y madres. En ocasiones, es difícil saber cómo actuar y qué reacción es la que menos propiciará estos sentimientos, hay algunas pautas que tendremos que tener muy presentes:
- Es importante, en la medida de lo posible, ir adaptándolo a la nueva situación. En este sentido podemos informar al niño/a, ya en el periodo del embarazo, de los cambios que se vayan a producir. Explicarle sobre lo que está sucediendo, los cambios que van a llegar, cómo será el nacimiento, cómo cambiarán las obligaciones de cada miembro de la familia… El poder ir imaginando los cambios y su nueva posición, le ayudará a no verse sobrepasado/a en el momento del nacimiento.
- Es fundamental no cambiar demasiado sus rutinas, que no sienta que el bebé ha puesto su mundo patas arriba, que por él tiene que renunciar a nuestra compañía y atención, a sus juguetes, a sus espacios… Si vamos a tener que cambiar sus rutinas, sería conveniente que lo planificásemos con anterioridad al nacimiento para darle tiempo a adaptarse y evitar que relacione ambos acontecimientos.
- Debemos implicarle, en la medida de lo posible, en la nueva situación familiar, contarle las responsabilidades que vamos a tener y también las alegrías que nos dará el bebé. En este sentido puede ser conveniente contarle cómo nos organizábamos y las anécdotas de cuando era él/ella el bebé. Así no asociará toda esa necesidad de atención a su nuevo hermano/a, sino a la condición de ser un recién nacido y, a la vez, comprobará que él/ella tuvo las misma atenciones cuando era “pequeño/a”.
- Debemos ser comprensivos con sus reacciones negativas. Serán normales expresiones del tipo “es un aburrido”, “sólo duerme y llora”… Difícilmente el bebé alcanzará las expectativas generadas en torno a él. Solemos consolar al hermano/a mayor diciéndole que va a tener alguien con quien jugar, que podrán salir al parque con la pelota… pero olvidamos puntualizar que para eso tienen que pasar muchos meses.
- En la medida de lo posible, es conveniente ignorar las manifestaciones negativas más llamativas (gritos, llantos…) y hacer hincapié en cualquier acercamiento positivo o gesto que nuestro hijo/a mayor tenga hacia el pequeño/a. Reforzar los acercamientos y las actitudes positivas es más conveniente que recriminar los momentos de enfado o celos que el niño/a mayor tenga.
- No podemos perder de vista que los celos tienen un carácter emocional, por eso razonar sobre si lo queremos igual, más o menos que a su hermano/a suele ser menos eficaz que demostrarle nuestro afecto a través de un gesto, palabras amables, reconocimiento…
- Es importante reservar un tiempo para estar a solas y sólo con él/ella, para conversar sobre el colegio, para jugar, para hacerle mimos… Y tenemos que tener cuidado de que el bebé no invada (ni a nivel conversacional) ese momento. Por supuesto que hablaremos del bebé con nuestro hijo/a mayor y que participará en las nuevas rutinas pero no en este tiempo sólo para él/ella.
- Tenemos que reconocerle el esfuerzo por adaptarse a la nueva situación y las concesiones de espacio, tiempo o pertenencias que el niño/a haga hacia su nuevo hermanito/a.