CÓMO HABLARLE DE “ESO”
Uno de los temas que más nos cuesta afrontar a los padres y madres, es la educación sexual de nuestros hijos. Por muy pequeños que éstos sean e inocentes sus preguntas, en la mayoría de los casos los niños y adolescentes logran ruborizarnos y ponernos en un aprieto.
Hay diferentes reacciones entre padres y madres. Algunos optan por ignorar las cuestiones que sus hijos les plantean, otros dan explicaciones excesivamente infantiles o, por el contrario, demasiada información.
Vamos primero a plantearnos lo que debemos evitar:
- Entender la educación sexual como una mera transmisión de información. La educación sexual engloba muchos aspectos: anticoncepción, enfermedades de transmisión sexual, hábitos de higiene y salud… pero también, y más importante si cabe, atañe a la educación emocional y afectiva. No es posible tener una adecuada educación sexual sin saber reconocer y encauzar nuestras emociones, sin saber tomar decisiones adecuadas, sin respetar los sentimientos y deseos de los demás…
- Posponer la educación sexual de nuestros hijos hasta la adolescencia. Pensamos que hasta ese momento ellos no son conscientes de su cuerpo, de sus deseos, del concepto de placer… Evidentemente, estamos equivocados. Ya los bebés encuentran placer en algunas conductas que es frecuente ver en ellos: chuparse el dedo, acariciarse, balancearse…
- Pensar que se trasmite todo lo necesario en una charla. Nuestros gestos y comentarios, las manifestaciones de afecto y cariño dentro de la familia, nuestras vergüenzas y pudores, rubores y risas… educan y sirven de modelo para nuestros hijos. Hay que hablar y comportarse con naturalidad.
-
Delegar en medios de
comunicación, escuela o amigos nuestra
responsabilidad como padres y madres.
Las informaciones erróneas, las
idealizaciones de los contactos sexuales o
la banalización de los mismos pueden traer
consecuencias físicas y psicológicas.
- Imponer una conversación o plantear un interrogatorio. No lograremos su confianza y le predispondremos negativamente para futuras ocasiones.
En cambio, sí que funcionará:
· Tener presente que, como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Siempre se puede hablar de sexualidad, en todas las etapas de la vida. Sólo hay que adecuar la información a las necesidades de nuestro hijo.
· Ponernos en su piel, estar atentos a sus cambios, intereses, preguntas… y a partir de ese momento podemos pensar la forma adecuada de intervenir. Si a nuestro hijo le cuesta hablar con nosotros, podemos encontrar información y dejarla a la vista. Eso nos dará la excusa para abordar el tema.
· Determinar los objetivos que queremos lograr y la información que queremos que conozca nuestro hijo/a. En caso de que no tengamos toda la información o necesitemos orientación, podemos recurrir a los recursos de nuestro entorno. Incluso facilitarles el contacto con un experto que les asesore, puede ser de utilidad.
Y, sobre todo, no debemos perder de vista que el objetivo principal siempre debe ser fomentar la autoestima y seguridad de nuestros hijos e hijas, que aprendan a conocerse, aceptarse y expresarse con libertad y honestidad, que sean felices y que se responsabilicen de sus decisiones y opciones personales.