Federación de Asociaciones de 
Padres y Madres de Alumn@s de Aragón. Juan de Lanuza

     
 

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   Servicio de Ayuda a los padres/madres

 

Consejos útiles para que tu hijo sea más feliz.

 

EL ACOSO O VIOLENCIA ESCOLAR
 

En ocasiones, creemos que nuestros hijos están muy lejanos a estas situaciones pero, ¿cuál es el momento en que podemos hablar de acoso escolar?, ¿una colleja, supone una agresión?, ¿y que un niño sea rechazado por el grupo de clase?... Como en muchos otros temas, la intervención más fructífera es la preventiva.

El maltrato aparece con formas diversas, veamos algunas: 

-  Intimidaciones verbales: insultos, motes ofensivos, rumores malintencionados…

-  Intimidaciones psicológicas: amenazas u obligar a alguien a hacer algo contra su voluntad.

-  Agresiones físicas: tanto directas como indirectas (hurtos, destrozo de objetos personales…).

-  Aislamiento social.

Los criterios para determinar que unas conductas están suponiendo un maltrato o acoso son:

-  Es una acción reiterada, no puntual.

-  Se produce entre dos alumnos o entre un alumno y un grupo de compañeros.

-   La víctima está en situación de inferioridad.

Hay varios “actores” en las situaciones de maltrato y todos son responsables de que esa situación se mantenga en el tiempo.

- La víctima, que sufre directamente la agresión.

- El/los agresor/es que abusan y ejercen su poder.

- Los observadores, los compañeros que presencian las agresiones pero ni las detienen ni las comunican a un adulto.

- Los adultos que no han detectado a tiempo la situación.

Nuestro papel como padres y madres es estar atentos a los síntomas que podemos detectar en nuestro hijo y que nos indiquen que está participando, con un papel u otro, en esta situación. Si nuestro hijo está sufriendo maltrato, podremos observar:

  • Cambios en el estado de ánimo.

  • Está extraño y huye de conversaciones y momentos en familia.

  • Le notamos nervioso y se constata en alteraciones del sueño, de la alimentación, del estado de ánimo. Tiene tics que han aparecido de forma repentina.

  • Los días de colegio está enfermo o exagera sus dolencias, se muestra reticente a ir a clase.

  • Observamos heridas y moratones que atribuye a caídas, descuidos…
     

También puede darse el caso de que nuestro hijo sea el agresor. En ese caso debemos actuar con urgencia e intentar no ponernos a la defensiva con los adultos (personal del centro u otros padres) que, en ocasiones, comunican la sospecha a los padres.

Él, probablemente, negará su implicación en las agresiones por eso debemos estar atentos a los siguientes signos de alarma:

  • Su actitud ha cambiado dentro del entorno familiar y de su círculo social.

  • En ocasiones actúa de forma violenta y se ha vuelto excesivamente reservado.

  • Tiene objetos o dinero que no le pertenecen y cuya procedencia no sabe explicar.

  • Notamos que miente cuando antes no solía hacerlo.

  • Justifica conductas agresivas y si es él el que se comporta así, no se siente mal ni culpable.

  • Si vemos que otros niños lo rehúyen, se callan en su presencia…

Si en el centro escolar se están dando situaciones de acoso que creemos que nuestro hijo puede estar presenciando, es conveniente que le trasmitamos que no hay ningún tipo de justificación para esas conductas y que su papel es importante, que en ningún caso puede apoyar (aunque sólo sea con sonrisas) a las personas que se comportan de forma violenta o intimidatoria y que debe mostrar su desacuerdo.

Romper el mito del “chivato” puede ser difícil pero es el momento de trasmitir la importancia de los valores de respeto, convivencia… así como de lo importante que es defender aquello en lo que creemos.
 

 

 


           

 

Última actualización de la página: 26/08/10

 

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