TIEMPOS ESCOLARES
1. Introducción y aspectos
generales.
La reflexión acerca de los tiempos escolares y, concretamente,
acerca de la jornada escolar debe partir de una serie de
parámetros comunes y debe ser inspirada en principios
generales frente a análisis de parte, que tienden a favorecer
intereses corporativos. Todo ello desde la constatación de la
que la enseñanza pública constituye, por encima de todo un
servicio público de todos y para todos.
Dicho de otro modo, el debate acerca de cuál puede resultar el
mejor modelo de jornada, debe asentarse en las siguientes
cuestiones:
Elementos pedagógicos: la jornada escolar debe concebirse como
instrumento en pos de una mejor educación y por ende debe
ponerse al servicio de la mejora del aprendizaje, el
rendimiento y la lucha contra el fracaso escolar.
Elementos sociales: la jornada no puede constituir un factor
más de desigualdad entre los alumnos. La jornada debe
favorecer aquellos sectores más desfavorecidos que pueden
presentar problemas para atender a los hijos por razones de
horario laboral, o para ofrecer, fuera del sistema apoyos y
refuerzos educativos.
De este modo la apuesta por un modelo de jornada comprimida o
partida, deberá inclinarse por aquel modelo que conjugue de la
mejor manera posible la eficacia social e igualadora de
derechos, no sólo en el acceso, sino en resultados y la
eficacia docente y formadora, mejorando los rendimientos
escolares y mitigando en la mayor medida posible el fracaso
escolar. En todo caso, debemos ser conscientes que los cambios
a introducir en nuestro sistema educativo, no pueden
reducirse, exclusivamente al debate sobre el tipo de jornada.
Otro elemento importante en toda esta cuestión relacionada con
el fracaso escolar, es que la mayor parte de los estudios
consultados y elaborados por FAPAR, constatan que la Escuela
no está garantizando los resultados óptimos que cabría exigir,
por ello difícilmente podrá mejorarse este punto si tendemos a
comprimir los tiempos escolares limitando la flexibilidad de
éstos.
En cualquier caso, este análisis que presenta factores comunes
entre los distintos tramos de la educación obligatoria
(primaria y secundaria), puede ser analizado de forma
individualizada, en función de las ciertas peculiaridades
existentes en ambos tramos.
2. EDUCACIÓN PRIMARIA.
En el caso aragonés la Educación Primaria mantiene el esquema
de jornada partida, frente a algunas comunidades autónomas que
han optado por el modelo de jornada continuada. En este
sentido cabe destacar ciertas tendencias detectadas en los
últimos tiempos en ciertos centros que van hacia una adopción
de la jornada comprimida, frente a la normativa existente
sobre la base de acuerdos en los propios centros. En este
sentido, cabe destacar que la jornada escolar es un elementos
de debate que excede por completo la capacidad de autonomía de
los centros y que deben ser las autoridades educativas las que
ejerzan un cierto papel de garantes de los derechos de todos
los alumnos y sus familias y que estos se ejercen de igual
modo en cualquier lugar, con independencia del centro en que
se estudie.
Entrando no obstante, en el fondo de la cuestión cabe
destacar, en línea con lo referido anteriormente:
Factores pedagógicos: en primer lugar, conviene analizar cuál
de los dos modelos de jornada puede potenciar en mayor modo el
rendimiento de los alumnos.
Cabe destacar en este sentido que los principales estudios
científicos y educativos efectuados desde organismos
independientes y desde la propia Administración coinciden en
señalar que la jornada partida aminora los niveles de fatiga,
sueño o hambre, redundando en consecuencia en un mejor
rendimiento y capacidad de atención.
En la jornada organizada por FAPAR, el profesor Javier Rouco,
de la Universidad de Santiago de Compostela presentó algunos
de estos datos:
Fig.1
Nivel de “autofatiga percibida” por los alumnos
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Se puede observar en el gráfico como los
niveles de fatiga de los alumnos es notablemente mayor al
final de la jornada continuada (47.0%), que en la jornada
partida (19.0%).
Fig. 2
Sensación de Sueño
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Igualmente se muestra en este caso, como la sensación de sueño
de los alumnos es mucho más elevada en los alumnos con jornada
continuada, debido a que se incorporan una hora antes. De
igual modo, la sensación de sueño es prácticamente inexistente
durante la tarde.
Fig. 3
Sensación de Hambre.
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También se observa en este caso, como la sensación de hambre
es, en conjunto más intensa en el caso de la jornada
continuada.
Todo ello, como es lógico, deriva en diferencias sustanciales
en la capacidad de atención de los alumnos.
Fig. 4
Capacidad de atención
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La suma de todos los factores anteriores implica de este modo
que la capacidad de rendimiento es mayor a lo largo de toda la
jornada cuando ésta lo es partida frente a la continuada.
Finalmente, es preciso destacar de igual modo, que la
constricción de los contenidos docentes que conforman cada
curso en un horario comprimido, impide, por obvia falta de
tiempo, instrumentar mecanismos de apoyo y atención
individualizada de los alumnos.
Factores Sociales: en efecto se alega a menudo, a favor de la
jornada continuada, que permite ampliar el tiempo que los
padres disponen para estar con sus hijos. Sin embargo, ¿qué
sucede en aquellos casos en los que los padres no disponen de
jornada única o a tiempo parcial y, por tanto, deben acudir al
trabajo por la tarde?. Evidentemente aquí juegan los factores
económicos de cada familia que podrán en función de sus
mayores o menores recursos plantear, o no en ese tiempo libre
alternativas de ocio y formación complementaria contribuyendo
de manera clara a una mayor desigualdad.
3. EDUCACIÓN SECUNDARIA.
Al margen de los elementos comunes que confluyen aquí que se
ha reseñado ya respecto a la Primaria (rendimiento, apoyos
externos, etc.), cuando hablamos de Secundaria debemos hacer
referencia a un problema sustancial: el fracaso escolar. Por
tanto, debemos plantear la jornada como un instrumento más al
servicio de la lucha contra el fracaso escolar.
En este sentido y como se recoge en las conclusiones referidas
al fracaso escolar, la Escuela no esta garantizando niveles
razonables de éxito en la escuela sino que, a menudo, éste
esta basado en las capacidades socioeconómicas de las familias
y su capacidad para ofrecer apoyos externos. Recordemos el
dato de que prácticamente la mitad de los alumnos de
secundaria acuden a clases de repaso con profesores
particulares o academias y que de éstos el 77% de los padres y
madres poseen estudios medios o superiores.
Los factores señalados en este sentido, como causantes de la
falta de eficacia de la propia escuela en resolver el problema
del fracaso, son, entre otros y en relación a la jornada, la
rigidez de los tiempos que implica la jornada continua y que
impide que esos apoyos educativos que casi la mitad de los
alumnos acuden a buscar fuera de la escuela, se puedan
facilitar en la propia escuela. Esto como queda claro, supone
un notable factor de desigualdad, desde el momento en que
aquellos alumnos cuyas familias presentan mejores niveles
económicos y culturales, son los que acceden a los apoyos
externos.
De igual modo, la jornada continua conlleva un mayor tiempo de
ocio que, huelga decirlo, no es gestionado ni canalizado de
igual forma, por aquellas familias con mejores condiciones
socioeconómicas, que por aquellas que presentan perfiles más
desfavorecidos.
Es importante, por otro lado, destacar que el aumento del
tiempo libre por las tardes al aplicarse la jornada continua,
no ha mejorado los resultados y de igual manera tampoco ha
generado, como se pretende afirmar desde ciertos sectores, una
mayor demanda de actividades extraescolares.
Finalmente, como referencia, vemos como los rendimientos en la
CCAA donde existe jornada escolar continuada (Galicia,
Andalucía, Extremadura y Canarias), presentan peores
resultados académicos. (Ver tabla Anexo I)
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